Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (1 de Mayo 2011)
Al cuarto mensaje de texto decidí que tenía que buscar una receta realmente especial, pero a pesar de sus súplicas, de su vocecita melosa y de su dulce mirada no sucumbí a desvelarle de cual se trataba hasta que nos adentramos en la cocina.
Claudia, mi adorable ahijada, se empecinó en preparar un bizcocho para el día de las madres y cuando a ella se le mete algo en la cabeza, no hay humano capaz de hacerle cambiar. Yo le había sugerido la idea unos meses antes, con motivo del cumpleaños de su mami, pero en aquella ocasión vencieron otras habilidades manuales que transformaron un puñado de conchas en una étnica pulsera al estilo Robinson Crusoe. Esta vez la cocina ganó la partida, y ahora que la tenía en mi terreno, no dejaría escapar la oportunidad de seducirla con una experiencia única
El viernes era la cita, así que tras recogerla en el colegio, intentar frenar su impaciencia y entregarle el delantal de lunares que le había comprado, nos pusimos manos a la obra. Mientras trabajábamos me recreé en explicarle la historia de nuestro bizcocho, de su origen real y de como Jorge III de Inglaterra ordenó un postre novedoso para su boda con Carlota Sofía de Mecklemburgo. Los pasteleros reales resolvieron el reto ideando un bizcocho horneado de manzanas, mermelada y cubierto de tostadas. Pronto se convirtió en un clásico de toda mesa británica de alcurnia, hasta que un siglo más tarde Antonin Carême, el gran revolucionario de la cocina, se atrevió a cambiarle su interior caliente por uno frío, llegando a como lo conocemos hoy.
Hoy les sugiero una variación del famoso dulce frío, una Charlotte de fantásticas fresas de Constanza, con la que estoy seguro que Claudia ha soñado en más de una noche, creyéndose reina o tal vez fresa.
Maravillosa ……
Me gustaMe gusta