Publicado en Manjar (Septiembre 2017)
Entrañable y cercana, Yanet Acosta @yanetacosta ha cambiado el panorama de la crítica gastronómica en España. Con una bocanada de aire fresco, ha destapado el oculto mundo de los críticos, mostrando que más allá de una mera opinión, existe un conocimiento, un criterio y una función real.
Desde la Universidad Complutense de Madrid –de la que es doctora- ha organizado el Máster de Experto en Periodismo Gastronómico, dirige de The Foodie Studies; es escritora, periodista y una mujer muy cabal.
Tuve la suerte de conocerla algún tiempo atrás, y hace unos días nos encontramos de nuevo en Santo Domingo. No pude dejar de hacerle unas preguntas.
¿Qué papel juega el Crítico en todo el entramado gastronómico?
El de guía con criterio. Prueba lo que otros no tienen tiempo con la dedicación y sabiduría que su formación y ejercicio de la profesión le han proporcionado.
¿Cómo es una buena crítica?
La que contextualiza, interpreta y valora lo que significa un plato, un producto, un restaurante, una tendencia, una moda o el trabajo de un chef siempre desde la honestidad.
¿Qué cualidades debe tener un buen crítico gastronómico?
La curiosidad e intuición del periodista y su habilidad de saber formular las preguntas adecuadas y obtener las respuestas más clarificadoras; la inquietud del buen foodie por moverse en todos los ámbitos (adinerados y modestos) de la cultura gastronómica; el paladar del buen gourmet; y el conocimiento necesario para interpretar, contextualizar y valorar, así como unos principios éticos para ejercer la profesión.
¿Cualquiera puede ser crítico gastronómico?
Cualquiera que cumpla los requisitos sí.
CURIOSIDAD, INQUIETUD, PALADAR, CONOCIMIENTO Y CRITERIO SON LAS FACULTADES DE UN CRITICO GASTRONOMICO
Cuéntanos algún mito sobre el crítico gastronómico.
Te doy tres aunque hay muchísimos: Que come gratis, es el primero y más falso de todos. El crítico paga y si es invitado, por deontología debe indicarlo en la crítica. Segundo, que debe ser anónimo o incluso ir disfrazado para que nadie lo reconozca. El crítico tiene que preguntar y hablar; observar que el trato que recibe y los platos que tiene sobre la mesa son igual que en el resto de la sala. Tercero, que debe ir al mismo sitio repetidas veces para poder hacer la crítica. Si un restaurante es rematadamente malo, solo veo masoquismo por parte del que quiera ir una vez más a comprobarlo. Si se tienen dudas, es otra cuestión.
¿La anécdota más divertida?
Tener que comer pulpo vivo. Es un plato muy valorado en Corea del Sur, donde fui a visitar a una amiga que sabiendo que me dedicaba al periodismo gastronómico me quiso agasajar con lo mejor que se le ocurrió a ella y a su familia. Fue un mal trago, que luego me inspiró para escribir la divertida novela “El chef ha muerto”.