Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (26 de Enero 2012)
Cuenta la ancestral leyenda que todo sucedió en una de las trifulcas amorosas entre Vulcano –el irascible dios del fuego- y Ceres –la bucólica diosa de la vegetación-. Vulcano, en un arrebato de celos, extirpó las semillas de trigo que Ceres había amorosamente plantado, aplastándolas con su enorme martillo hasta convertirlas en fino polvo. Esa harina la arrojó a los vapores del Vesuvio, la roció con jugo de aceitunas y se la engulló, dando origen a un delicioso plato de pasta.
Desde la historia más estricta -y menos vengadora- la procedencia de la pasta es indudable, fue en Italia, más precisamente en la campiña napolitana, cuya agua -muy rica en azufre- le da a la pasta una elasticidad y resistencia a la cocción realmente inusual. De hecho, el término macarrones, con el que hoy designamos los “penne”, se encuentra mencionado en los escritos romanos del inicio de nuestra era, aunque en aquélla época lo utilizaran para referirse a la pasta de cualquier tipo y formato.
La misma pasta, en forma de láminas anchas, es la que probablemente el sabio Cicerón llamaba “lagana”. Estas “lagana” se encuentran también en el Libro IV del “De arte coquinaria” de Apicio y un empolvado Códice del siglo XIII relata su elaboración, que no difiere en nada de nuestra “lasagna” actual.
Lamentablemente estas evidencias echan por tierra el romántico mito que apunta a Marco Polo como introductor la pasta en Italia, importándola desde el fascinante Oriente entre sedas, pólvora y especias.
Permítanme antes de abandonar estas líneas subrayar que debemos agradecer a la pasta que nuestros tenedores tengan tres púas, ya que fueron diseñados así para asegurar el agarre de los suculentos “spaghettis”.
Prepare su cubierto-tridente para degustar la propuesta de hoy, un fantástico salteado de penne con hongos, ligero y aromático, en el que el profundo sabor a tierra de las setas contrasta con el perfume de la albahaca y la soya. Una receta para que Ceres aplaque la ira de Vulcano.
Desde hoy le pondré una velita a Vulcano regularmente, sin pasta tendría que replantearme toda mi vida, en serio.
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una veleta no, hazle un altar …. hehehe
Un abrazo, Alberto.
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