Publicado en: Bacana (marzo 2014)
De los divertidos entuertos que rodean el descubrimiento del nuevo mundo, quizás el más gracioso, el más enmarañado (dejando de lado la geolocalización errada que confundió las Indias por América) sea el que rodea a la humilde batata.
Hallada en tierras haitianas en el primer viaje de Colón, para el tubérculo desde un principio todo fueron líos. Se tomó para bautizarla la voz taína “batata”, pero cruzar el charco y tergiversarle el nombre fue todo una. Por una extraña razón se cambió la sorda bilabial “b” por la sonora “p” (caso raro, pues normalmente sucede a la inversa), pasando a ser conocida por tierras hispanas como “patata”.
La “patata de Málaga” a la que se refería Santa Teresa, no era tal. En realidad –y sin saberlo- los víveres por los que la santa se deshacía en elogios eran unos boniatos (batata dulce) que un fiel devoto le enviaba desde Sevilla. Hasta las más insignes plumas del Siglo de Oro caen en la semántica errata y Cervantes o Lope de Vega alimentan los calderos de sus personajes con “batatas” cuando en el menú escriben “patata”. Solo fue Góngora el que –diccionario en mano- la emplea con propiedad académica.
Y es que la auténtica “patata” o “papa” llegaría a Europa mucho más tarde y no se utilizaría como ingrediente comestible hasta el siglo XVIII, cuando -a causa de las terribles hambrunas- se popularizó su consumo.
Aunque compartan el nombre, los dos tubérculos tienen poco en común, pues a pesar de su origen subterráneo no pertenecen ni a la misma familia. Con una historia de más de 10 mil años, la domesticación y cultivo de la batata comenzó sobre el 2.500 antes de Cristo formando parte de toda la dieta mesoamericana. Existen 2 tipos bien diferenciados, una blanca con la pulpa más seca y otra amarilla más harinosa, de mayor contenido en azúcar y almidón. Esta convolvulácea es de los tubérculos más nutritivos del reino vegetal; con alta concentración de caroteno y vitamina A y C. El potasio, calcio ácido fólico, magnesio y proteínas son otras de sus fantásticas propiedades nutricionales solo comparables a su versatilidad en cocina.
Y para rematar el tema semántico sepan que si “patata” era “batata” en el español del Siglo de Oro, “batata” es “patata” en el portugués actual.