Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (13 de Febrero 2016)
“La cocina es alquimia de amor”, lo dijo Guy de Maupassant y millones de enamorados (que cocinan) lo demuestran cada día. Porque ¿hay algo más sensual que preparar un platillo para la persona amada? Hasta el sabio Confucio decía que “comer, beber y hacer el amor son los tres más grandes placeres del ser humano”.
Pero para este San Valentín no les quiero discursear sobre alimentos afrodisíacos, ni de cómo preparar la cena perfecta, esa que haga terminar la velada con fuegos artificiales. Hoy les quiero hablar de la sensualidad de nuestra cocina, de esta tradición que hemos heredado y que no siempre sabemos colocar en el lugar que se merece.
Quizás se pregunten qué tiene de sensual la cocina dominicana ¿Será por esos puestos que llenan las calles de cualquier ciudad dominicana? ¿Por ecléctica? ¿Por sus sabores barrocos? ¿Por nuestros ingredientes llegados de cualquier rincón del planeta? Pues si, lo es, entre otras cosas por callejera, divertida, profunda y sexy para el paladar.
Una sensualidad de bocados y mordidas; de exuberantes caricias sápidas; de fusión de tres continentes; de fantásticas historias encerradas en recetas; de sabores yuxtapuestos, transformados, adaptados desde su origen.
Piensen el nuestros platos insignia, el Sancocho por ejemplo. Ese caldero abundante y voluptuoso que toma nombre canario y receta universal para llenarse de orondas carnes, víveres y hortalizas. Un platillo de gran tamaño, cocido a fuego lento, poco a poco, para formar un amalgama de sabores profundos. Un cocido que se hace y se come entre todos, que pone de manifiesto la gracia y magnanimidad del amor.
O el erotismo de majar los plátanos en el pilón, con movimiento rítmico y música sonora. Del pilón salen platos como el Mangú o el Mofongo, de nombre tan sonoro como su estirpe. Preparados untuosos, envolventes y de penetrante sabor.
Porque con nuestros labios acariciamos -con rústica cuchara de madera- el Sancocho o el Mangú, el sabroso chocolate, el ajonjolí, el cajuil, la malagueta, el fuego, el aire, la blanca arena y el viento cargado de sal. Es la cocina criolla de sabores únicos e irrepetibles, que van directos al corazón para crear un espíritu de magia erótica, de ingredientes que actúan como el mejor sortilegio de amor. Unos platillos para los romances gastronómicos más deliciosos.
Cuanta razón Kiko, porque cuando cocinamos, además de alimentarnos que es lo fundamental, buscamos gustar… a nuestras parejas, a nuestros amigos, a nuestros comensales… Si; en la cocina Dominicana, y en la cocina de cada casa donde hay amor, sin lugar a dudas también hay un toque de sensualidad… Saludos!
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Lucia, cuanta razón tienes. Cocinamos para hacer disfrutar a alguien y eso da a la cocina una dimensión especial.
Beso grande.
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Ligia 😉
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Este corrector, es bien jodío ….. heheheh
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Cuanto me ha gustado este post. Te pone a soñar con la comida nuestra
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Marilin, que bueno que te haya gustado!! Dejemos volar nuestra imaginación.
Un beso
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Reblogueó esto en unstilledheart.
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Culinary romances – sounds intriguing. Yum
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hehehehe
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