Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (13 de Septiembre 2014)
Era una noche fría, realmente helada. Aquel invierno de 1905 estaba siendo especialmente duro; la corriente del norte azotaba de lleno la bahía de San Francisco y Frank jugaba en el porche. Bajo la balaustrada de la casona familiar, el joven de 11 años agitaba vigorosamente su refresco a base de polvillos de sodio y agua. Relamiéndose se preparó dos vasos, devorando el primero de una vez.
A la mañana siguiente se encontró el segundo refresco congelado y el palito con el que lo había estado removiendo pegado al bloque de hielo ¡Que negocio encontró el muchacho!
Pocos años más tarde y con 30 años, Frank Epperson patentaba el casual hallazgo de su niñez bajo el nombre de “epsicle”, poco después lo llamó “popsicle” y en 1928 ya había vendido los derechos de 60 millones de paletas heladas.
Desde ese momento las cifras son billonarias y hablar de paletas es acumular ceros en la cuenta Epperson.
Pero la historia del helado se remonta hasta la historia de la antiguedad; parece ser que todo empezó con los chinos muchos siglos antes de Jesucristo. Éstos mezclaban la nieve de las montañas con miel y frutas. Los Califas de Bagdad, juntaban la nieve con jugos dándole el nombre de “Sharbets” (bebida); de ahí salieron los deliciosos sorbetes.
Se dice que Julio César o Nerón, se deleitaban consumiendo grandes cantidades de bebidas congeladas.
La preparación y conservación de los helados por aquel entonces era tan dificultosa que sólo lo podían tomar reyes, ricos y nobles. Se pagaban a portadores para subir a las montañas a por nieve, y la conservaban en profundos pozos tapada con paja.
Los helados de leche nacen en la Florencia del 1500. En los banquetes que Cosimo I de Medici encargó Bernardo Buontalenti en honor al rey de España. Este hizo servir unas cremas heladas elaboradas con la especia recién llegada de las Américas (el azúcar). Fue un éxito, y medio siglo después Catalina de Medici los difundió por las cortes de media Europa.
En 1660, el italiano Procopio abrió en París el “Café Procope”, donde además de café servía helados, popularizando el exclusivo refresco. Fueron los heladeros italianos, con sus puestos ambulantes, quien los dieron a conocer por el viejo continente, hasta que en 1700 cruzan el Atlántico y se expanden por los Estados Unidos. En 1846, la americana Nancy Johnson inventa la primera heladora automática y así empieza la historia del helado moderno.
Hoy rendimos culto al gran Frank Epperson que con su candidez infantil nos obsequió con las fabulosas paletas heladas.