Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (13 feb 2013)
Siempre me he preguntado que debería significar la recurrida frase con la que mi tío Vicente sentenciaba su devoción por las croquetas que le hacía mi abuela.
Cabe decir que del amplio repertorio culinario de mi abuela Eloísa, para mi tío sus croquetas ocupaban un lugar de honor. No importaba que fuese una gran celebración familiar o una simple reunión de domingo, cuando la bandeja de crujientes croquetas llegaba a la mesa se le iluminaba la mirada y esbozando una sonrisa se servía una sola en el plato, la partía con delicadeza y se la introducía a la boca con un gesto de asentimiento tras lo cual pronunciaba “se nota que están hechas con amor”.
Con el paso del tiempo, ya sumergido entre libros y fogones he podido interpretar lo que la categórica máxima ocultaba. He descubierto que cuando comemos no solo nos abastecemos de energía; cuando comemos nos alimentamos de ideas. Aquí radica la importancia de todo lo que rodea el acto alimentario pues el deleite gastronómico no va unido a más o menos nutrientes sino que va implícito a lo que el hombre desea ser. Así elegimos nuestros alimentos buscando aquellas sensaciones que corresponden a lo que ansiamos. La comida no sólo expresa un valor nutritivo, sino también un valor emocional.

Eso era lo que mi tío quería decir. Se sentía especial porque sabía que mi abuela había invertido tiempo, dedicación y esfuerzo en hacer esas croquetas; sus croquetas. Se deleitaba con su entrega, generosidad, experiencia, sencillez, delicadeza y ternura expresada en forma de un sencillo –y delicioso- platillo.
Hágame caso y cocine; cocine por amor. Aproveche este San Valentín para dejar fluir sus emociones y creará una cocina repleta de recuerdos y sensaciones que convertirán el momento en único. Porque como dijo Aristóteles “la intensidad del placer depende de las circunstancias”.
Hoy les propongo la más sugestiva de las paletas.