El Jengibre, una especia con historia

Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (2 feb 2013)

bazar oriental

He de confesar que cada vez que me pasa por la mente la idea de utilizar jengibre para alguna receta, mi boca se hace literalmente agua. No se como ocurre que pensar en esta especia desata reacciones descontroladas en mi cuerpo ¿Será porque este rizoma es un potente activador del apetito? No, de eso me sobra ¿Quizás porque es un regulador de los procesos digestivos? Tampoco, mi estómago tiene la precisión de un reloj suizo.

Como sea, la cuestión es que con el jengibre siempre repito la misma ceremonia. Llámenme raro pero me gusta dejarme los dedos para partir la raíz con las manos, forzarla hasta que estalla su leñosa fibra y desata –como caja de sorpresas- un perfume que invade toda la  cocina. Entonces tomo una de las partes y despacio, me la acerco a la nariz ¡Que momento cuando sientes ese dulce picor! Embriagado de su esencia lo devuelvo a mi tabla de corte y con el cuchillo bien afilado reparo lo que mi brutalidad ha causado, quitando ese excedente hilachado no apto para preparados de postín. Como mi credo no me permite lanzarlo al zafacón, me lo llevo a la boca y es allí cuando su sabor cálido, incisivo y exótico me transporta a la India, a China, a Thailandia.

Tras esta experiencia puedo entender que en la Inglaterra del medievo fuera la especia mejor pagada –por encima de la pimienta o la semilla del paraíso– y quien se lo pudiera permitir diera por una libra del preciado rizoma el equivalente a una buena oveja. Comprendo también que fuera el ingrediente elegido por la magna Isabel I para sus más sorprendentes regalos. Dicen las malas lenguas que la jocosa reina obsequiaba a los invitados que le caían en gracia –cosa nada fácil- y a sus cortesanos favoritos con una deliciosa galleta de jengibre, personalizada, con la forma y características del agasajado. Parece ser que en aquella atildada corte recibir uno de estos dulces era el mayor cumplido al que se podía aspirar, y así la oronda soberana dio orígen a las famosas “ginger cookies” en forma de muñeno que invaden nuestra navidad.

Pero hoy vamos a desplegar todo el sabor del jengibre en una mezcla un tanto inusual. Lo utilizaremos para aderezar unos filetes de chillo a la parrilla y lo mezclaremos con la untuosidad del tomate y el frescor del tomillo. Una propuesta tan sana y nutritiva coma repleta de aromas.

Pero hoy vamos a desplegar todo el sabor del jengibre en una mezcla un tanto inusual. Lo utilizaremos para aderezar unos filetes de chillo a la parrilla y lo mezclaremos con la untuosidad del tomate y el frescor del tomillo. Una propuesta tan sana y nutritiva coma repleta de aromas.

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