Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (1 nov 2012)
En cuantas ocasiones poseídos de un hambre atroz y con pocas ganas de colocarnos el delantal hemos parado en el puesto de chimichurris más cercano repitiendo la famosa frase: ¡Me pone dos para llevar!
Luego, ya en casa, nos hemos lanzado sobre la fundita devorándolos con fruición, embobados frente la tele y con una soda bien cargada de hielo.
Si en lugar de actuar como famélicos desesperados hubiéramos perdido diez minutos en partir y recolocar sus ingredientes en un plato de diseño, dando a nuestro chimichurri un aspecto más gourmet hubiéramos entrado en el mundo del Fancy Fast Food, un fenómeno que está dando duro en la blogosfera gringa.
El fenómeno Fancy Fast Food no es más que eso, tomar una comida preparada y darle una imagen de alta cocina, maquillar la cocina basura, darle un “chapa y pintura” trasladándola a una esfera visual. Es innegable la originalidad de la idea y admirable por lo experimental, pero estamos ante un bomba de relojería, tan creativa como peligrosa.
No me tachen de reaccionario pero frente las piruetas estéticas yo digo que no, que no podemos reducir la cocina a una ilusión óptica. Cuando nos alimentamos, cuando degustamos, cuando nos colocamos una porción en la boca y se desata ese cúmulo de sensaciones, lo hacemos ingiriéndolo y aquí solo actúan dos de nuestros sentidos: el gusto y el olfato.
Son estos los sentidos que, los amantes de la gastronomía, debemos trabajar y sensibilizar, son nuestra vía de comunicación ¿Conocen algún pintor que no mire sus cuadros? Pues se sorprenderían de los cocineros que no prueban su comida aunque se esmeran en ampulosos emplatados tan laboriosos como vacíos.
La imagen sin un fondo de peso no tiene sentido. La cocina es concepto, producto y técnica. Concepto es el mensaje que se encuentra en un plato, donde se quiere llegar, lo que se quiere expresar. En el campo profesional será también la comunicación que se establece en forma de diálogo entre quien lo realiza y lo consume. El producto y la técnica son los medios para conseguir dicho concepto. Así, el producto será el elemento a transformar y la técnica los canales de transformación. El acierto en la elección y la calidad de estos dos determinarán la naturaleza del plato. La estética, nuestra “fancy” estética, ocupa el último lugar; no solo porque no es la vía de comunicación principal sino porque debe responder al concepto, y someterse al producto y la técnica.
Hoy les propongo un delicioso picapollo, más fancy que fast, una receta que muestra como cualquier idea puede ser gourmet con un buen producto y una buena técnica. Así que vístase de gala y hágase con un buen pollo criollo, su sabrosa y tersa carne será el relleno ideal para un aromático empanizado, crujiente, perfumado y ligeramente picante. Para no olvidar el aderezo lo terminamos con la clásica salsa de tomate que aromatizaremos con la candente frescura del romero.
Y no me perdonaría abandonar estas líneas sin mencionar la célebre fase de Curnonsky “la buena cocina es cuando las cosas saben a lo que son”.