Kitesurfing en Cabarete o el Salmón ahumado con Gelée de Campari y Vegetales

Publicado en: RevistaES del Periódico Hoy (20 oct 2012)

Su sonrisa eclipsaba el más estrellado de los cielos y su alargada figura surcaba las arenas de esa playa con la gracia de quien parece haber nacido para estar allí. Entre cientos de coloridos bombillos desataba el encanto de quien comprende la esencia del servicio, ama su profesión y se deja el alma en cada cliente.

Sayo es así, directa y efectiva, observadora y complaciente. Sagaz como un lince, tiene el extraño don de adelantarse a tus necesidades y con la precisión de un bisturí dirige su equipo impregnandolo de medida profesionalidad.

Si los vientos le llevan a Cabarete no pase la oportunidad de disfrutar de sus atenciones. Búsquela en “La Casita de Papi”, allí entre fragantes cazuelas de langostinos la distinguirá por su buen hacer. Ella conoce la crucial importancia del servicio en un restaurante, sabe que sus clientes desean que los atiendan, que cubran sus necesidades y se avancen a sus deseos, que les informen y resuelvan sus dudas. Gran observadora detecta con avidez cuando una copa está falta de agua,  hay un plato sucio o se necesita una nueva servilleta. Se mueve en la sutileza de no decantar demasiado el vino blanco para que no se caliente o de rodar una mesa para obsequiarle con un plus de intimidad.

A la mente me viene la tibia existencia de un camarero en un afamado restaurante capitaleño. Malgastando su tiempo y la imagen del local, no mostraba pudor en reconocer su ignorancia de las sugerencias del día o de la añada del vino que tan bruscamente osaba recomendar. Deambulando, con mas pena que gloria, paseaba su bandeja por ese comedor; una vez con una copa, otra con un botellín de agua y una tercera con un cubierto con descarada incompetencia y enmascaraba su desdén deshaciéndose en disculpas tan ostentosas como vacuas.

Me despedí de Sayo con la promesa de dedicarle estas lineas y con la callada seguridad de que si el destino me lleva a abrir otro restaurante será ella quien dirija mi comedor. De Cabarete me llevé sus increíbles jornadas de kitesurf, el deseo de volver a disfrutar de su brisa y esos magníficos langostinos, de perfecta cocción, bañados en una sutil crema de curry que John, el sucesor de “Papi”, ha sabido preservar como estandarte de su casa.

Hoy les propongo una entrada que bien podría preparar su estómago para tan aromática cazuela. Una picadera a base de salmón ahumado, naranja y Campari donde los sabores intensos y la ligereza de texturas nos transportarán a una ola gustativa que surfeará su paladar.

Si te ha gustado esta receta twittéala, aunque prefiero que me dejes tu comentario

Deja un comentario